Por cada 10 años fumando de forma continuada, el desgaste de la piel se acelera hasta dos años y medio.
Fumar provoca la disminución de la circulación sanguínea en todos los tejidos.
El consumo de tabaco acelera el envejecimiento de la piel hasta el punto de que, por cada 10 años fumando de forma continuada, el desgaste se acelera hasta dos años y medio, según datos de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), donde también alerta del deterioro ocasionado por la exposición a la radiación ultravioleta del sol.
Cada calada contiene alrededor de dos billones de radicales libres responsables del proceso continuo de oxidación y envejecimiento prematuro.
Fumar provoca la disminución de la circulación sanguínea en todos los tejidos, influyendo negativamente en la elasticidad y aspecto de la piel, un desgaste que hace más visibles los músculos faciales por la erosión de su envoltorio, en la aparición de marcas de expresión, especialmente alrededor de la boca.
Además, las arrugas ganan en profundidad, la piel presenta una mayor sequedad, los poros se dilatan, aparecen quistes de millium, manchas en la dermis y la piel tiene una menor capacidad de recuperación ante quemaduras solares.
Fumar ocasiona importantes daños a los órganos internos, pero también es importante destacar los perjudiciales efectos del tabaquismo sobre el aspecto de la piel, el olor corporal, la circulación, o la boca, que han sido ampliamente documentados en diversos estudios científicos.